El reino de Nabarra estaba estructurado por un sistema de tenencias. Los tenentes, al contrario que en Castilla, no eran señores feudales, eran nombrados por el rey y no poseían en propiedad las tierras que administraban. La tenencia de Gipuzkoa abarcaba los valles del Urola y Oria.
Tras la muerte de Sancho III “el Mayor” en 1035 la comarca del Bidasoa se integró en Gipuzkoa al separarse del vizcondado de Lapurdi (éste quedó dentro del ducado de Baskonia). Posteriormente, en 1076, al morir asesinado el rey Sancho IV en Peñalén (Funes), los castellanos invadieron la nabarra occidental. Las deserciones de tenentes, que deseaban tener las tierras en propiedad, provocaron que avanzasen rápidamente hasta el rio Oria. A partir de 1109 Alfonso I “el Batallador” recuperó todos los territorios perdidos y desterró a los traidores, entre ellos los López de Haro, a Castilla.
El avance castellano entre 1173 y 1179 obligó al rey nabarro Sancho VI “el Sabio” (1150-1194) y su hijo Sancho VII “el Fuerte” (1194-1234) a reestructurar las defensas, creando para ello las tenencias de Aitzorrotz en 1184 (tras la invasión castellana de Bizkaia 1175-1179) y la tenencia de San Sebastián en 1199 a la que Sancho VI había otorgado el primer fuero marítimo que se dio en Nabarra y el más antiguo de Europa después del de Baiona.
Gipuzkoa no se integró “voluntariamente” en Castilla. En 1199, tras la feroz acometida de las tropas de Alfonso VIII de Castilla, todo el territorio gipuzkoano sucumbió, no sin presentar dura defensa ya que según las excavaciones realizadas, existen signos evidentes de luchas en los castillos gipuzkoanos, que además fueron destruidos, y tenentes, como el de San Sebastián, Joan de Bidaurre, siguieron desempeñando funciones en la parte independiente del reino de Nabarra como premio a su lealtad.