2009-11-16

Las primeras invasiones castellanas. 1054-1104.

Sancho III, el Mayor no repartió su reino entre sus hijos. Lo que repartió fue su administración, como era costumbre en el reino pirenaico. Garcia III el de Nájera le sucedió en 1035 y sus hermanos le juraron obediencia.

En 1038, su hermano Fernando, alcanzó el trono de León tras matar a su cuñado Vermudo III de León y quedar su mujer como heredera. Esto supuso un encontronazo con su hermano García al que no quería rendirle vasallaje, lo cual derivó en una batalla cerca de Atapuerca, en 1054, en la que resulto muerto el rey Garcia III.

El reinado de Sancho Garcés IV comienza de forma trágica en el campo de batalla. Con tan solo 14 años, es proclamado rey en las ensangrentadas campas de Atapuerca. Muy pronto, ante el poder del Fernando I de León y Castilla, comienzan las deserciones de numerosos tenentes navarros, teniendo como consecuencia directa la pérdida de territorio navarro en el oeste del Estado vascón. Son pocos los leales a la corona navarra, como Iñigo López en Bizkaia y Sancho Fortín de Pancorbo, que se mantienen firmes ante las promesas castellanas. El freno de la ambición del rey castellano, tras arrebatar esas tierras vasconas al reino de Pamplona, permite una calma momentánea en la frontera occidental durante los primeros años de gobierno de Sancho IV.

El rey navarro, aconsejado por Ramiro, tenente de Aragón, y presionado por el poderoso rey de León y Castilla, realiza una donación, el 29 de diciembre de 1062, de aquellas tierras vasconas invadidas y ocupadas tras la batalla de Atapuerca por las tropas castellano-leonesas.

La muerte de Fernando I de Castilla y León en el año 1065, trajo más problemas para Navarra. Su hijo Sancho II irrumpe por la orilla izquierda del Ebro en 1067. Sancho IV pide ayuda al conde de Aragón, también llamado Sancho Ramírez, hijo de Ramiro que murió en 1063. Esta guerra es la llamada de los “tres Sanchos”. El rey castellano pretendía sondear a eventuales adversarios. La guerra se saldó favorablemente para el reino de Pamplona, ya que los castellanos fueron expulsados de Biana, por el conde de Aragón, Sancho Ramírez, teniendo así las tropas invasoras que volver a cruzar el Ebro, pero esta vez en dirección a Castilla.

El 4 de Junio de 1076, Ramón y Ermenesilda, hermanos del rey, le invitan a una cacería. No lejos de Milagro se detuvieron en un peñasco, Peñalén, que dominaba un precipicio. Abajo el río Aragón. El rey se inclinó para ver el hermoso espectáculo, cuando una mano anónima lo empujó. El décimo rey de Navarra resultó muerto, innoblemente asesinado. Tras dicho asesinato, Ermenesilda se apresura a refugiarse en la corte de Alfonso VI de Castilla, mientras que Ramón fue bien recibido en Zaragoza.

Tras el crimen de Peñalén, el reino de Pamplona es invadido de nuevo. Castilla, principal hostigador del crimen, consigue grandes beneficios con ello. Rápidamente invade el territorio navarro, otorgando títulos nobiliarios y hereditarios a todos los funcionarios desertores, y apropiándose con ello de las tierras que administraban en nombre del rey de Pamplona.

El reino de Pamplona parece descabezado, ya que los hijos del monarca navarro eran muy jóvenes y el resto de la familia, incluida su esposa, habían huido, en su mayoría al reino de Castilla. Alfonso VI se presenta rápidamente en Nájera y Calahorra, prosiguiendo su empuje militar hasta la orilla izquierda del Ebro. Llegando a ocupar todo el territorio hasta el Ega y Montejurra.

Toda la rica Rioja cae en manos castellanas. Algunos funcionarios del reino vascón, rinden homenaje al monarca castellano. Entre ellos un cuñado del mismísimo rey de Pamplona, ya conocido como el de Peñalen, y un tal Diego Álvarez. Pero la sed imperial castellana no acabó ahí. Álava, Vizcaya y una parte de Guipúzcoa son conquistadas militarmente por el rey de Castilla, provocando las deserciones de bastantes tenentes o funcionarios del reino de Pamplona.

Pero no todo son deserciones, la resistencia se hace fuerte en algunos castillos navarros, cuyos alcaides no se rinden al invasor castellano, entre ellos el castillo de Treviño, encontrándose de alcaide de Trebiño el mismo año 1076, Lope Iñiguez, siendo en el año siguiente Diego Sánchez el alcaide de la fortaleza navarra, que a su vez, lo era también del castillo navarro de Término.

El ejército castellano seguía progresando por la tierra navarra. Las intenciones de Alfonso VI eran llegar a la mismísima Iruña, y ocuparla, pero el caballero más leal al rey de Pamplona, el conde de Aragón, Sancho Ramírez sale al paso de las tropas invasoras. Ante la falta de una línea sucesoria a la Corona de Navarra, provoca que Santa Mª de Uxue, célebre puesto de vigilancia en la frontera con los musulmanes, sea la primera en reconocer al conde de Aragón como rey de Pamplona y le entrega su castillo. Tras ella fueron Tafalla, Iruñea y otros lugares. Los navarros habían elegido un nuevo rey.

La elección de Sancho V Ramírez por parte de los navarros provoca una reacción en el rey de Castilla, Alfonso VI. Este se apresura a volver a la Rioja, para asentar la ocupación castellana de esa tierra vascona. La expoliación castellana y las adhesiones más o menos forzadas dejan una situación poco favorable apara los navarros.Toda la margen derecha del Ebro e incluso la izquierda hasta las inmediaciones de Monjardín y Azagra, estaban ocupadas por el ejército de Castilla. El rey castellano otorga el título de condes a diferentes desertores de Navarra, absolutamente sumisos al invasor. Tanto en la Rioja, como en Álava, Vizcaya y sin ninguna duda, en una parte de Guipúzcoa.

El nuevo rey de Pamplona, Sancho V Ramírez, otorga el título de reino al condado de Aragón, sin que ello suponga una división entre ambos reinos.Un acuerdo entre los monarcas de Pamplona provoca que la porción central del reino vascón quede con un estatus particular. Esta región forma una especie de cuadrilátero, enmarcada por los límites que van desde el puerto de Erro a Monjardín, y de ahí hasta Falces para concluir en Aibar. El poder en su interior fue confiado por Sancho V Ramírez a un conde, concretamente el conde Sancho Sánchez de Navarra. Pero pese a depender de Sancho V Ramírez, este conde era vasallo de Castilla.

La determinación, rapidez y habilidad con que actúa el rey de Pamplona evita que todo el reino vascón sea absorvida por el imperio castellano. Sancho V Ramírez mandó fortificar Lizarra. Esto sirvió para mejorar la ruta de Santiago y para construir en ella una poderosa fortaleza ante el siempre amenazante imperio castellano.

Tras ello Sancho V Ramírez se preocupó más de reconquista de tierras ocupadas por los musulmanes y problemas religiosos, que de la política con otros reinos cristianos. Durante su reinado el estado de los navarros propició un acercamiento a Roma y al reino de Francia. Las relaciones con Francia no impidieron un nuevo acercamiento con la Gascuña, especialmente con los monjes zuberotarras. Pedro I de Pamplona y Aragón fue proclamado rey por los navarros en el mismo sitio de Huesca donde cayó muerto Sancho V Ramírez. Dos años después, las tropas navarras que él capitaneaba liberaron la ciudad vascona del poder musulmán. A su muerte se habían recuperado diferentes plazas a los musulmanes, entre las que se encontraban Alcoraz, Caparroso y Peralta. En el año 1098 se produjo un acontecimiento capital para el reino pirenaico: la consagración de San Juan de la Peña. Su prematura muerte, a la edad de 36 años, facilitó el ascenso al trono de Alfonso I el Batallador (1104-1134), que recuperará todos los territorios perdidos ante Castilla.
Artículo extraido de Soberania de Navarra.blogspot.com