2009-08-04

Historia de Aragón.(Versión extendida)

I. LOS ORÍGENES DEL CONDADO VASCÓN DE ARAGOA-ARAGÓN.
Tomas Urzainqui, en su obra Navarra, sin fronteras impuestas, nos dice que los datos arqueológicos, antropológicos y toponímicos demuestran un parentesco, desde los tiempos más remotos, entre los pueblos pirenaicos, en general y los vascos actuales. Según el escritor Violant Simorra, la cantidad de usos y costumbres recogidos por los valles pirenaicos confirman la primigenia unidad éuskara de los pirineos.
Según Ptolomeo, Iacca (Jaca) pertenecía a los vascones, que de un lado se extendían hacia el atlántico y de otro bajaban por el Ebro hasta no lejos de Zaragoza, incluyendo Sádaba, Ejea, Tauste, Alagón, etc.
La multitud de topónimos vascos encontrados en el Alto Aragón, Sobrarbe, Ribagorza y Pallars, establece que se dio una romanización débil, lo que originó una situación bilingüe estacionaria en la que convivieron gentes vascongadas y romanzadas.
Restos humanos datados entre los años 650 y 750, encontrados en la cueva de la Foratata, en Sobrarbe, confirman que no se trata de enterramientos visigodos sino similares a los encontrados en Buzaga, Iruña y Aldaieta.

El condado de Aragón nació en el año 813 con Aznar Galíndez , dentro de la marca hispánica que crearon los francos para hacer frente a los musulmanes. En un inicio, el condado aragonés, solo es el territorio que hay entre el valle de Hecho y Canfranc, por los que pasan los ríos Aragón Subordán y Aragón, de los que toma el nombre. El resto se encontraba en manos musulmanas.
Tras la fundación del reino de Pamplona en el año 824 pasa a depender de él. El mismo Eneko Aresta, primer rey de Pamplona, expulsa a Aznar Galindez y pone en su lugar a García Galindo “El Malo” que se casaría con una hija de Eneko. Gracias a la política de matrimonios llevada por los primeros reyes de Navarra, se aseguraban el dominio del condado.
Con el cambio de dinastía, al llegar Sancho I Garcés (905-925) al trono, comenzaron una serie de campañas que revolucionaron la marca superior musulmana, que basaba su defensa en las fortalezas de Huesca y Barbastro, tomando fortalezas como las de Luesia, Biel, Roita y Boltaña, entre otras. Con los años el condado amplió su espacio de influencia llegando a controlar la Canal de Berdún y el valle de Tena, gracias también a una inteligente política de atracción de gentes cristianas diseminadas por los valles pirenaicos. Jaca es el núcleo más importante en la que vivían numerosos vascos islamizados.
El matrimonio de García Sanchez I (931-970), hijo de Sancho I Garcés y la reina Toda, con la condesa de Aragón, Andregoto Galindez, supuso que el hijo de ambos, Sancho Garcés II Abarca (970-994), heredara tanto el reino de Pamplona como el condado aragonés. A partir de entonces, el condado de Aragón se convirtió en una especie de tenencia exclusiva que recibían los herederos al trono, o los hermanos del rey, para ir ejercitándose en el arte de gobernar.
Un texto clave, y de la máxima trascendencia, es el de las genealogías que figuran en el llamado códice de Roda, fechado por Jose Mª Lacarra en el año 992. En él aparecen en evidente orden jerárquico los reyes de Pamplona, seguidos de los condes de Aragón, Pallars, Gascuña y Tolosa (Toulouse) y sus descendientes. Nombra a los reyes francos como máximo exponente de la cristiandad y no hay referencia alguna al reino de Oviedo con el que no hay ninguna dependencia en ningún sentido. Llama la atención como la inmensa mayoría de la onomástica de los miembros de la familia real navarra se halla en la lengua propia de los vascones, el euskara, lo que demuestra cual era el idioma hablado en la Corte de Pamplona: Eneco, Garsea, Oneca, Xemen, Tota, Sanzio, Asnari, Oria, etc. Estos nombres en las traducciones que se han hecho han sido manipulados dando lugar a: Iñigo, García, Iñiga, Jimeno, Toda, Sancho, Aznar, etc.
Con la llegada al poder de Córdoba de Al-Mansur (Muhammad Ibn Abi Amir) o Almanzor, las campañas de los musulmanes se recrudecieron. Muchas fortalezas fueron tomadas y obligó al rey Sancho Garcés II a jurarle fidelidad. Tras su muerte le sucedió su hijo García Sánchez II (994-1000), y a éste, Sancho Garcés III el Mayor (1004-1035).
La desmembración del califato de Córdoba en reinos de Taifas permitió a Sancho III recuperar fortalezas como las de Sos, Uncastillo y Boltaña y trazar una línea defensiva entre ellas con los castillos de Luesia, Biel, Agüero, Murillo, Loarre, Nocito, Buil, etc. Gracias a esta marca estratégica se cerró el paso a las incursiones musulmanas desde Ejea y Huesca en dirección a los pirineos.
En el año 1011, gracias al matrimonio con Munia, hija de Sancho García, conde de Castilla y tras la muerte de éste en 1017, se produjo la gran expansión del reino pamplonés. Sancho III se convirtió en Señor de los condados que le correspondían por herencia directa o indirecta. Es el caso de Ribagorza, en el que gobernaba Mayor, tía de su mujer. Entre 1017 y 1018, ante la llamada de auxilio de Mayor, Sancho III reconquistó el valle de Sobrarbe y el sur de Ribagorza, en poder de los musulmanes desde el año 1006, haciéndoles retroceder hasta Graus y de paso deteniendo el avance del conde de Pallars. Tras la renuncia de Mayor en 1025, Sancho III se hizo con el poder en Ribagorza.
II. EXPLENDOR DEL CONDADO Y CONVERSIÓN EN REINO.
Sancho III “el Mayor” no dividió el reino entre sus hijos como muchos historiadores españoles quieren hacer ver interesadamente. Las donaciones que hizo a sus hijos son una adjudicación de tierras y no un documento de reparto jurisdiccional del reino. García el de Nájera (1035-1054), como primogénito legitimo, era el nuevo rey al que sus hermanos debían obediencia.
Gonzalo recibió los condados de Sobrarbe y Ribagorza, tras su envenenamiento en 1038 estos dos condados pasaron a ser administrados por su hermano Ramiro por orden del rey García el de Nájera.
Fernando no recibió el condado de Castilla de su padre, sino de su Madre, al morir su tío el infante García. Fue en 1037, cuando al derrotar en la batalla de Tamarón a Bermudo III, rey de León y hermano de su mujer Sancha, lo que le convirtió en rey de León y Castilla. A partir de aquí comenzaron los enfrentamientos con su hermano García al que acabó matando en la batalla de Atapuerca en 1054.
Ramiro, fue el primer hijo de Sancho, pero no legítimo, no obstante ejerció la administración del condado de Aragón mucho antes de que su padre le donara estas tierras en su testamento. Ramiro aunque era considerado rey, al igual que sus hermanos por ser hijo de rey, nunca uso el título de rey de Aragón, sino de régulo y tras una sublevación en 1043 que terminó en estrepitosa derrota juró obediencia a su hermano García.
Era costumbre en la dinastía Pamplonesa considerar reyes tanto a los hermanos como a los hijos de los reyes. Por ejemplo tenemos a otro Ramiro, éste hermano de Sancho II Abarca, que aparece en los documentos como rey en Viguera (junto a Logroño) pero dentro del reino de Pamplona. La historiografía española, presenta erróneamente a Ramiro como primer rey de Aragón.
La fidelidad de Ramiro hacia su hermano García y tras la muerte de éste a su sobrino Sancho IV (1054-1076) fue continuada al morir en 1063 por su hijo Sancho Ramírez y recompensada con el castillo de Sangüesa y las villas de Undués y Lerda en 1064. En 1067, ante el avance del rey castellano Sancho II, que había llegado hasta las puertas de Viana, Sancho Ramírez luchó junto a su primo, el rey Sancho IV, en la que se llamó la guerra de los “tres Sanchos” y se saldó favorable a los navarros. Fue Sancho Ramírez quien gracias a un pacto con el Papa en 1068 convirtió en reino al condado de AragónEl asesinato en 1076 de Sancho IV en Peñalen por parte de sus hermanos Ermenesilda y Ramón que se refugiaron en la corte de Alfonso VI de Castilla y en la Taifa de Zaragoza respectivamente nos dan la idea de dónde provenía el intento de desestabilizar el reino.
Lo que los castellanos no habían conseguido con la fuerza de las armas lo encontraron gracias a la traición. El conde de Bizkaia, Lope Iñiguez, se hizo vasallo del rey castellano a cambio de tierras en Haro y el titulo hereditario de Señor de Vizcaya. También hicieron lo propio otros nobles riojanos, alaveses y gipuzkoanos.
Sancho V Ramírez (1076-1094) que al ser nieto de Sancho III el Mayor, fue reconocido rey en Sta. Mª de Uxue, tras ella Tafalla, Iruña y otras plazas del reino le reconocieron como rey.
Para evitar la absorción del reino por Castilla se vio forzado a crear el llamado condado de Navarra en torno a Pamplona que sería controlado por Castilla.
Tras ello Sancho V Ramírez se preocupó más de reconquistar tierras ocupadas por los musulmanes como los somontanos y problemas religiosos, que de la política con otros reinos cristianos.
III. RECUPERACIÓN,TESTAMENTO, INJERENCIA Y DIVISIÓN.
Extraído del artículo: La guerra de Navarra. Iñigo Saldise
"Seamos realistas y hagamos lo imposible." Ernesto Che Guevara
Pedro I de Pamplona y Aragón fue proclamado rey por los navarros en el mismo sitio de Huesca donde cayó muerto Sancho V Ramírez. Dos años después, las tropas navarras que él capitaneaba liberaron la ciudad vascona del poder musulmán. A su muerte se habían recuperado diferentes plazas a los musulmanes, entre las que se encontraban Alcoraz, Caparroso y Peralta. Su prematura muerte a los 36 años, facilitó el ascenso al trono de su hermano Alfonso I el Batallador (1104-1134).
En el año 1109 el monarca navarro casó con la hija de Alfonso VI, rey de Castilla. Urraca era una mujer caprichosa e inconstante, sumamente superficial, y sin duda lujuriosa, que se dedicó a dificultar la vida del rey navarro. Los obispos navarros encontraron un defecto canónigo y buscaron la disolución del matrimonio.
El divorcio suponía un nuevo peligro político, ya que a pesar de disolverse el matrimonio, no se anulaba el título obtenido tras el contrato de su matrimonio, que era el de señor de Castilla-León para el rey de Pamplona y Aragón, lo que daba legitimidad de acceder al trono del reino de León y Castilla al navarro, en el caso de que muriera Alfonso VI sin dejar en el mundo a un hijo varón.
Estrechos lazos con magnates francos, en especial con los del Midi, gracias a las continuas llamadas de cruzadas contra los musulmanes, provocaron que al norte de los Pirineos los diferentes vizcondados y condados, entre los que destacaban el condado de Gascuña y Tolosa (Toulouse), volvieran a reintegrarse en el reino navarro.
Las tropas de los cruzados, comandadas por el rey navarro, en cuyas filas se podían incluso encontrar a caballeros castellanos, como Diego López de Haro, señor de Vizcaya, se dedicaron a recobrar para el reino de Pamplona y Aragón las tierras que faltaban del valle del Ebro. El Batallador conquistó Zaragoza en el año 1118 tras una nueva llamada a la cruzada. Un año después se rescatan Tutera y Tarazona, mientras que Calatayud y Daroca se conquistaron en el 1120. Ganó la batalla de Cutanda en el 1120 y en los años 1125 y 1126 emprendió una rápida expedición a Al-Andalus, regresando con numerosos mozárabes. Llevó una rápida repoblación de los territorios reconquistados por gentes del norte del reino, francos y mozárabes, a la vez de que a muchos musulmanes se les permitió permanecer dentro del territorio vascón.
Tras la muerte de Alfonso VI, el rey navarro penetra con sus tropas en las antiguas tierras pertenecientes al reino de los vascones, ocupadas por los castellanos. Los navarros llegan a traspasar la frontera pactada del año 1016. Tras muchas vacilaciones decide reconocer a Alfonso VII como rey de León y accede a entrevistarse con él. Los dos monarcas de nombre Alfonso se encuentran en el valle de Tamara en el año 1127, concretamente entre Hornillos y Castrogeriz, y firman un nuevo tratado fronterizo.
“Para que en adelante no surgiere ninguna disensión entre ambos reinos, se decidió qué tierra era reino de Navarra, es decir, desde el Ebro hasta cerca de la ciudad de Burgos, que el rey Sancho de Castilla había arrebatado con violencia a su pariente el rey Sancho de Navarra, hijo del rey García de Nájera. De lo cual se extendieron documentos entre ambos reyes y reinos de Castilla y Navarra y cada uno de ellos recibió ‘cartas suas firmatas et bene vallatas’. Entonces Alfonso I de Aragón y Pamplona entregó toda la tierra de Castilla a Alfonso VII de Castilla y en adelante no quiso que se llamara emperador, sino rey de Aragón, Pamplona y Navarra”.
Tres años después, el monarca navarro es derrotado en Fraga, cuando junto a tropas navarras se enfrentaba a una alianza formada entre los musulmanes de la ciudad y el Conde de Barcelona, Maestre de la Orden del Temple, Ramón Berenguer IV. La muerte le llegó a Alfonso I el Batallador sin tener descendencia y su testamento otorgaba el reino de Pamplona y Aragón a tres órdenes cristiano-militares de Palestina: Santo Sepulcro, San Juan de Jerusalén y el Temple.
Todos los castillos y fortalezas del reino de Pamplona y Aragón eran cedidos a las tres órdenes militares, intentando justificar con ello sus actos en vida y de paso servirle como ofrenda para la redención de sus pecados, pero también de su alma y la de sus parientes. Este testamento perjudicaba seriamente los intereses de Pamplona y Aragón; por el contrario era muy favorable para la iglesia católica-romana, por lo que poco después de su muerte y de la inmediata crisis sucesoria planteada, este testamento fue rechazado por los señores navarros.
Este hecho fue aprovechado por el mayor enemigo de los navarros, el rey de León y Castilla, Alfonso VII, autoproclamado emperador, que invade el territorio ocupando Naiara (Nájera), poco antes del 10 de noviembre de 1134. Tras eso, pone sitio a otra plaza navarra, concretamente la de Logroño, de donde pasó rápidamente a Zaragoza en diciembre del mismo año.
Alfonso VII de León y Castilla, con todo su ejército, entra en Zaragoza el 2 de diciembre de 1134, confirmando las posesiones a los nobles, infanzones y eclesiásticos, dándoles privilegios que no tenían. En diciembre del mismo año, Ramiro el Monje se presenta en Zaragoza y confirma los derechos de los mismos nobles a heredar las tenencias salvo caso de traición. Dichos privilegios fueron otorgados antes por Pedro I y anulados por Alfonso I el Batallador durante su reinado.
En plena crisis sucesoria se lleva a cabo en 1135 el Pacto de Vadoluengo que básicamente pretendía una cohabitación de poderes. La iglesia gobernaba a través de Ramiro “El Monje”, mientras que García Ramírez es colocado como jefe supremo del ejército, para que este último siguiera combatiendo al Islam. Sin embargo, la última voluntad real no se llevó a cabo al no llegarse a un acuerdo entre García Ramírez y las Órdenes Militares; los navarros se decantan por García Ramírez, señor de Tutera, como rey.
La chancillería pontificia lanza una enérgica represalia contra el rey navarro, negando su condición de rex y otorgándole únicamente el título de dux, considerando en la práctica que el reino quedaba libre para ser invadido y ocupado por el mejor postor, dentro de los príncipes cristianos.
Los intereses de la Iglesia de Roma en la cruzada contra los musulmanes en el Valle del Ebro, apoyada por el obispo de Barbastro y Roda, Ramiro el Monje y el arzobispo de Tarragona, primado de la Tarraconense, influyeron en la operación barcelonesa; por el contrario en Jaca, Huesca, Cinco Villas, Val de Onsella, Sos y resto de los valles pirenaicos, el monasterio de San Juan de la Peña, así como los eclesiásticos del interior – el obispo de Huesca y Sancho de Larrosa de Pamplona-, apoyaron la continuidad de la unión del reino de Pamplona y Aragón, bajo la corona de García Ramírez el Restaurador, frente a la disolución pretendida por el rey Alfonso VI de León y Castilla y de Berenguer IV, conde de Barcelona.
Ramiro el Monje, al verse apoyado por castellanos y barceloneses, creyó en la posibilidad de formar una monarquía teocrática, del mismo tipo que la existente en Roma, para todo el reino de Aragón y Pamplona. Convoca a diferentes caballeros y obispos en la catedral de Huesca, donde los asesina ante su negativa a reconocerle como rey de Pamplona y Aragón. Los señores y clérigos de Jaca, Huesca, Cinco Villas, Val de Onsella, Sos y resto de los valles pirenaicos, del monasterio de San Juan de la Peña, e incluso el mismísimo obispo de Huesca, son decapitados por orden de Ramiro el Monje. Ante estas maniobras, García Ramírez fue proclamado rey en Pamplona, como restaurador de todo el reino de Alfonso el Batallador.
La presencia de Alfonso VII de León y Castilla en Zaragoza durante la Natividad de 1134-1135, echaba por tierra las pretensiones de crear una monarquía teocrática, por parte de Ramiro el Monje. Pero no sólo eso, ya que la presencia castellana en Zaragoza se enfrentaba directamente a los derechos que tenía García Ramírez el Restaurador sobre el reino de Zaragoza desde su recuperación para la cristiandad bajo el reino de Pamplona y Aragón.
García Ramírez el Restaurador, a diferencia de Ramiro el Monje, pretendía mantener el mismo criterio con los tenentes, en contra de las costumbres existentes en Castilla-León y Barcelona, de dar las tenencias de carácter hereditario. La invasión castellana y la intromisión de los magnates de la Iglesia alteraron drásticamente el panorama político en el reino vascón.
Los partidarios de García Ramírez el Restaurador y de Ramiro el Monje se aproximaron, y hubo una reacción ante el caos producido por la guerra civil y la partición del reino navarro. Desde Castilla-León buscan la partición del reino vascón tras la invasión y ocupación de las tierras riojanas y alavesas, intentando forzar a García Ramírez a negociar. En la primavera de 1135, Alfonso VII acordó en Nájera una paz con García Ramírez, reconociéndolo como rey de Pamplona y Aragón. En el texto se hacía alusión a una paz firme y duradera.
Lo cierto es que, realmente, el rey de León y Castilla pretendía repartirse el reino Pirenaico con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, algo que sellaron en el tratado de Carrión de los Condes de Febrero de 1140. Promueven la boda del obispo Ramiro con la hija del conde de Poitou y el posterior casamiento de la hija de estos, de apenas dos años de edad, con el conde de Barcelona, dando forma a la futura corona de Aragón.
Ramiro el Monje se enclaustró debido a los remordimientos de conciencia por su matrimonio, que contravenía su juramento de celibato y así, el príncipe de la corona de Aragón, Ramón Berenguer IV de Barcelona, toma el caudillaje de la corona de Aragón desde 1147. Cristianos barceloneses y castellanos reconquistan Fraga y Lleida en 1149, bajo la excusa de segunda Cruzada a Tierra Santa, predicada en el año 1147. Ambas ciudades constituyeron unos marquesados, vinculados al condado de Barcelona.
Así pues, los navarros de nuevo se ven presionados por todas las fronteras. La unidad con los vascones del norte de los Pirineos se ve interrumpida, por la acción inglesa y francesa. Y al sur, el reino vascón es dividido, entre Pamplona y Aragón, por las injerencias externas procedentes del reino de León y Castilla, del condado de Barcelona y también del estado papal. La rica Rioja cae de nuevo bajo las zarpas imperiales castellanas.
IV. UNIÓN CON BARCELONA Y EXPANSIÓN DE LA CORONA.
Con la paz de Zamora en junio de 1150 se puso fin a la guerra que terminó con la secesión de Aragón. Nunca más el reino de Aragón fue reclamado por los reyes Navarros, cosa muy distinta fue el caso de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa, la Rioja y otros territorios que habían pertenecido al reino y le fueron arrebatados con violencia por parte del rey de Castilla.
Este mismo año falleció en accidente de caza el rey pamplonés García Ramírez, el Restaurador. En enero de 1151, en Tudejen (cerca de Fitero), se encontraron Ramón Berenguer IV de Barcelona y Alfonso VII de Castilla con el único punto en el orden del día de repartirse Navarra. El joven rey de Pamplona, Sancho VI el Sabio se vio obligado a prestar vasallaje al emperador Alfonso VII de Castilla.
Ramón Berenguer IV de Barcelona, esperó pacientemente a que Petronila, hija de Ramiro el Monje, llegase a la edad de 14 años para consumar el matrimonio y tener un hijo con ella. Éste niño de nombre Alfonso, unificaría los dos territorios con el nombre de Corona Real. Otros nombres utilizados fueron: Casal d´Aragó, Patrimonio Real, Corona de Aragón y de Cataluña para finalmente designarse como Corona de Aragón o simplemente Aragón.
Por tanto, en 1164, Alfonso II se convirtió en el primer rey de la corona de Aragón y sus sucesores heredaron los títulos de Rey de Aragón y Conde de Barcelona. La razón de que no se diga corona de Barcelona o de Cataluña es que el título de rey es prominente sobre el de conde. Los dos territorios mantuvieron sus propias instituciones, moneda y costumbres. Los posteriores territorios anexionados a la corona, como es el caso de Valencia, Mallorca, Sicilia y Nápoles, crearon y mantuvieron separadas sus propias instituciones.
Era obligación de los reyes de la Corona de Aragón ungirse en la ciudad de Zaragoza. Sin embargo la mayoría de ellos fueron enterrados en el monasterio de Poblet (Tarragona), lugar que tradicionalmente elegían los Condes de Barcelona para ser inhumados.
En cambio cuando Aragón formaba parte del reino de Pamplona, muchos de sus reyes eligieron el monasterio de San Juan de la Peña para ser enterrados allí. Éste se levantó sobre un templo mozárabe dedicado a San Julián y Sta. Basilisa que fue consagrado en tiempos del rey de Pamplona Sancho Garcés I (905-925). En los sepulcros hay referencias a los enterramientos de los primeros reyes de Pamplona como las familias de los Aristas y los Abarcas. El esplendor del monasterio se produjo con Sancho III el Mayor, que fue quien introdujo la regla benedictina de Cluny e hizo reformas como la construcción de la nueva iglesia. Se sabe que están enterrados su hijo Ramiro y sus descendientes Sancho V Ramírez y Pedro I, que fueron reyes de Pamplona y Aragón. A partir de la separación de Aragón de Pamplona y su unión a Barcelona el monasterio entró en declive.
En mayo de 1198 tuvo lugar una nueva reunión de los reyes de Castilla y Aragón en Calatayud para estudiar una vez más, y no fue la última, el reparto de Navarra, esta vez con una línea de Orreaga-Roncesvalles a Milagro partiendo Iruña en dos.
De las palabras a los hechos, el ejército castellano entró por Inzura y Miranda de Arga y el aragonés por Burgi y Aibar. El rey de Navarra, Sancho VII el Fuerte alcanzo un acuerdo para poner fin a la amenaza en el que prometió su hermana en matrimonio al rey de Aragón Pedro II. A este matrimonio se oponían los canónigos cristianos ya que eran primos en tercer grado. Hecho que alimentaría el desmedido apetito imperial castellano. En 1199, aprovechando la ausencia de Sancho el Fuerte, que se encontraba en África negociando ayuda militar, Castilla invade y conquista Araba, Bizkaia y Gipuzkoa.
En 1209 Sancho VII el Fuerte de Navarra le hizo un préstamo de 20.000 moratinos a Pedro II de Aragón, este le entregó en prenda los castillos de Peña, Petilla de Aragón, Escó y Gallur. Procedimientos similares le hicieron a Sancho obtener los de Trasmoz (1212), Xabier (1217), Grisén (1219), Sádaba y los Fayos (1221) y en 1231 cuatro castillos en torno al Moncayo. Una línea de posesiones que llegaba hasta Castellón le permitía al rey navarro pasar hasta la frontera musulmana donde obtenía unos ingresos extraordinarios. La sintonía entre los dos monarcas llega a un acuerdo por el que se declaran mutuamente herederos de sus respectivos bienes. El incumplimiento de la promesa por parte del Aragonés, de enviar 2000 caballeros al rey navarro para combatir a las tropas de Lope Diaz de Haro y su rey Fernando III de Castilla y León, rompe el pacto. En 1232 Jaime I renuncia a recuperar los castillos de Escó y Gallur además de los de Peña y Petilla que tras 65 años fuera de él, jamás se separarán del reino navarro. Ver Soberanía Navarra 20-Mayo de 2009:
Durante el reinado de Jaime I el Conquistador (1213-1276), tuvo lugar la conquista de Mallorca y del reino de Valencia. Culminada la conquista del antiguo reino de Denia hasta Biar, límite acordado en el tratado de Cazorla, las tierras levantinas no fueron incorporadas a Cataluña o Aragón, sino que constituyeron un nuevo reino, el de Valencia, que adquiriría Cortes propias, fuero propio (los Fueros de Valencia), moneda propia, ejército propio integrado por milicias y mantendría una dualidad lingüística entre los territorios más cercanos a la costa (habla catalana en su variante valenciana) y los del interior (habla aragonesa en su variante valenciana). Asimismo, tras la muerte del Conquistador, su testamento daría lugar al reino de Mallorca, que heredaba su hijo Jaime y que incluía las islas Baleares, los condados de Rosellón y Cerdaña y el señorío de Montpellier. Este reino de Mallorca resultaría políticamente muy inestable y sería finalmente anexionado nueva y definitivamente a la Corona por Pedro IV el Ceremonioso (1336-1387).
Desde finales del siglo XIII se inicia también la expansión de la Corona por el Mediterráneo. Jaime II (1291-1327) retuvo el dominio conseguido por Pedro III de Aragón (1276-1285) de la corona de Sicilia, aunque hasta el siglo XV se mantendría bajo el dominio de una rama secundaria de la dinastía. También Jaime II recibió la investidura de Cerdeña, que conquistaría en 1324 y supondría un duro esfuerzo de dominio a lo largo de los años siguientes. En 1380 se conquistaron territorios como los Ducados de Atenas y Neopatria que se mantuvieron durante cierto tiempo.
En 1362 el rey Pedro IV de Aragón buscó la alianza con los navarros en su guerra contra Castilla prometiéndole la ciudad de Jaca y las villas de Sos, Uncastillo, Ejea y Tiermas. El rey castellano Enrique II, le prometía en cambio devolverle todos los territorios que le había arrebatado en el pasado, incluidas la bureba y Ágreda. Según J. Mª. Lacarra demasiados ofrecimientos que, al parecer, nadie estaba dispuesto a cumplir. Ver Soberanía de Navarra 12-Junio de 2009:
V. LA DINASTIA CASTELLANA DE TRASTAMARA, UNIÓN CON CASTILLA Y CONQUISTA DE NAVARRA.
Tras la muerte de Martín el Humano (1396-1410), la Corona se vio abocada a un periodo de interregno, pues falleció sin haber nombrado sucesor. En ese contexto aparecieron cuatro candidatos al trono: el infante Federico, Luís de Anjou, Jaime de Urgel y Fernando de Antequera, cuyas aspiraciones al trono se dilucidaron mediante el Compromiso de Caspe. La dificultad de las instancias dirigentes de Aragón, Cataluña y Valencia para ponerse de acuerdo evidenció una grave división en el seno de la Corona, que evolucionaría de manera favorable a Fernando de Antequera, representante de la dinastía castellana de los Trastámara. Ayudó a ello la actuación del papa Benedicto XIII, que en pleno Cisma de Occidente optó por promover al candidato castellano para asegurarse el apoyo de la Corona de Aragón y de Castilla. De este modo en 1412, Fernando fue nombrado monarca de la Corona. La nueva dinastía persistiría en la política expansionista, de manera que su sucesor, Alfonso V (1416-1458), conquistaría el reino de Nápoles en 1443.
Juan II (1459-1479), reinaba en Navarra desde 1425 junto a la Reina Blanca (1425-1441). Tras el fallecimiento de ésta, usurpó el trono navarro que le correspondía a su hijo Carlos, Príncipe de Viana. Buscó obtener de Navarra, la mayor cantidad de recursos posibles para sus actividades bélicas, no en vano, sus miras estaban en la política castellana. Su matrimonio en 1447 con la castellana Juana Enriquez hizo saltar la chispa de la confrontación en Navarra entre sus seguidores y los partidarios del príncipe de Viana. De su unión nacería Fernando el Católico. En 1459 accedió al trono de Aragón tras morir su padre Alfonso V. Juan II y su mujer Juana Enriquez ya tenían nuevos planes para su hijo Fernando. La confrontación con su hijo Carlos, Príncipe de Viana, heredero ahora también de la corona de Aragón se recrudeció hasta la muerte de éste en 1461, posiblemente de tisis o tuberculosis pero muchos pensaron que fue envenenado por su madrastra Juana Enriquez. Ver Soberanía de Navarra 15-Junio de 2009.
La boda entre Fernando e Isabel la Católica, celebrada en 1469, en Valladolid, y la alianza consiguiente permitió que los castellanos apoyasen la política expansionista de Aragón en el Mediterráneo, al tener una política exterior común. Al convertirse Fernando en rey de Aragón en 1479, se realizó la unión con la Corona de Castilla, formando la base de lo que luego se convertiría en la Corona de España, aunque los distintos reinos conservaron sus instituciones políticas y se mantuvieron las cortes, las leyes, las administraciones públicas y la moneda, aunque unificaron la política exterior, la hacienda real y el ejército. Reservaron para la Corona los temas políticos, y actuaron conjuntamente en política interior. La unión efectiva de las Coronas de Castilla y de Aragón se hizo bajo el reinado de Carlos I, que fue el primero en adoptar, junto a su madre Juana, el título abreviado de Rey de las Españas y de las Indias.
Tras la muerte de Juan II el trono de Navarra fue recuperado para los navarros por su hija Leonor, mientras el de Aragón fue para su hermanastro Fernando. La muerte por envenenamiento de Leonor a los 15 días de ser coronada, dejó el trono a un menor, su nieto Francisco Febo que moriría en 1483. La corona quedaba en manos de su hermana Catalina de Foix. Los reyes católicos no la reconocían como reina de Navarra, no pudiendo entrar en Pamplona para ser coronada hasta 1494. Tras la expulsión del traidor Conde de Lerin y sus partidarios en 1507 Navarra volvió a conocer la paz, que no duraría mucho ya que el maquiavélico Fernando tenía preparada su invasión. En 1512 con la escusa de su guerra con Francia y la falsa acusación de alineamiento con Francia por parte de los reyes navarros Catalina de Foix y Juan III de Labrit, el duque de Alba y el Obispo de Zaragoza, mandados por Fernando, el Falsario para los Navarros, invadieron el reino de Navarra. Sin embargo en 1515 Navarra fue integrada en el reino de Castilla en una ceremonia a la que no asistió ningún navarro.
VI. LA DINASTIA DE LOS AUSTRIAS Y EL OCASO DE LA CORONA.
La integración de los territorios de la Corona en la nueva monarquía estuvo marcada por el poder hegemónico de Castilla en el interior de la Corona. Su articulación tuvo lugar fundamentalmente a través de dos instituciones: el Consejo de Aragón y el virrey. El Consejo Supremo de Aragón era un órgano consultivo de la corona creado en 1494, a raíz de una reforma en la Cancillería Real realizada por Fernando el Católico, que desde 1522 estaría integrada por un vicecanciller y seis regentes, dos para el reino de Aragón, dos para el reino de Valencia y dos para el Principado de Cataluña, Mallorca y Cerdeña. Por su parte, los virreyes asumieron funciones militares, administrativas, judiciales y financieras.
Los conflictos se sucedieron a lo largo de los siglos modernos, hasta la Guerra de Sucesión. Ya durante el reinado de Felipe II, tuvo lugar la prohibición a los súbditos de la Corona de Aragón de estudiar en el extranjero, frente al riesgo de contagio calvinista (1568). Asimismo, en 1569, todos los diputados de la Generalidad de Cataluña eran encarcelados bajo la acusación de herejía, en el marco de la disputa por el pago del impuesto del excusado. En 1591, tuvieron lugar las Alteraciones de Aragón, producidas cuando el ex secretario del rey, Antonio Pérez, condenado por la muerte del secretario de don Juan de Austria, se refugió en Aragón y el monarca transgredió todas los privilegios aragoneses para apresarlo e incluso hizo ejecutar al Justicia Mayor de Aragón.
Durante el siglo XVII, las tensiones fueron bastante mayores. Las necesidades financieras de los monarcas les condujeron a intentar aumentar por todos los medios la presión fiscal sobre los territorios de la Corona de Aragón, cuyas constituciones garantizaban importantes protecciones frente a ellas. Tras entrar en guerra con Francia en 1635, el despliegue de los tercios sobre Cataluña generó graves conflictos que desencadenaron en la Guerra de los Segadores en 1640. Así, la Generalidad de Cataluña, planteando primero la formación de una República catalana, acabó por reconocer a Luis XIII de Francia como conde de Barcelona. El conflicto fue finalmente superado con la Paz de los Pirineos (1659), por la cual el condado del Rosellón y la mitad norte del condado de Cerdaña pasaban para siempre a dominio francés y Francia devuelve a España la baja Cerdaña. De igual manera se trazan las mugas actuales desde el rio Bidasoa.
A pesar de la gravedad del conflicto de los Segadores, Cataluña y el resto de territorios de la Corona preservaron sus fueros, instituciones propias, y autonomía política. Sin embargo, los sucesos posteriores a la proclamación de Felipe V como heredero de Carlos II marcarían el final del modelo institucional que los había caracterizado desde el siglo XII.
VII. LA GUERRA DE SUCESIÓN Y EL FIN DE LA CORONA DE ARAGÓN.
Cuando Carlos II murió y dejó finalmente como heredero a Felipe de Anjou, Felipe V, se formó en Europa la Gran Alianza de la Haya, entre Inglaterra, las Provincias Unidas y Austria, que no aceptaba la instauración de la monarquía borbónica en España y apoyaron las aspiraciones de otro aspirante, el archiduque Carlos de Austria. Jurado inicialmente como rey por las cortes catalanas (1701-1702) y aragonesas, en 1705, la fuerza de los partidarios del archiduque y los conflictos con el virrey Francisco Antonio Fernández de Velasco supusieron un nuevo alzamiento en armas de los catalanes, que apoyados por una flota inglesa, permitieron la entrada triunfal de aquel en Valencia y Barcelona. El año siguiente, el 1706, Carlos era proclamado rey en Zaragoza y en el reino de Mallorca. Sin embargo, los aliados no se vieron apoyados en su avance sobre Castilla, que les llevó a retirarse al reino de Valencia. La reacción bélica de Felipe V en el año siguiente supuso la conquista del reino de Valencia, tras la batalla de Almansa (25 de abril de 1707). Lo mismo sucedió con Zaragoza y el reino de Aragón, que fueron tomadas rápidamente. Tras ello, Felipe de Anjou firmó los Decretos de Nueva Planta con los que suprime los fueros, el derecho civil, y las fronteras arancelarias de dichos reinos. Una nueva penetración de los aliados en Castilla en 1710, a pesar de su entrada en Zaragoza y Madrid, no le sirvió tampoco para consolidar sus posiciones y les obligó a abandonar Aragón. En septiembre el archiduque se marchó de Barcelona y mediante el tratado de Utrecht de 1713, las tropas aliadas dejaron progresivamente Cataluña. El 11 de septiembre de 1714 fue tomada Barcelona y en 1715 la isla de Mallorca.
El triunfo borbónico fue seguido de una radical remodelación del sistema político de los reinos de la corona, asimilándolos al régimen de Castilla mediante los Decretos de Nueva Planta de 1705-1716, Felipe V elimina finalmente todos estos privilegios y fueros, terminando así la unificación.
Se situó al frente del territorio a un capitán general, un sucesor del antiguo virrey que ya no se sometería a las leyes propias. Los intendentes pasaron a controlar el sistema financiero y hacendístico, donde se aglutinaron los tradicionales ingresos de la Corona, los antiguos impuestos de las diputaciones del general y los nuevos impuestos aplicados para equiparar la carga fiscal de los territorios conquistados a la de los castellanos. La Nueva Planta trajo también la supresión de las autonomías municipales, de todo tipo de asamblea municipal, la designación de todos los cargos por autoridad real y la sustitución de las unidades administrativas por corregimientos. El castellano pasó a ser el único idioma oficial de todo el reino, resultando ser un importante perjuicio para el catalán, que hasta entonces era oficial en Valencia, Cataluña, y Mallorca y para el aragonés en Aragón. Todo este conjunto de reformas suponía la homogenización de Castilla y Aragón en el marco de un nuevo estado absoluto casi centralizado (sólo el Valle de Arán, Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Navarra, partidarios de Felipe de Anjou, mantendrían sus particularidades).Los reyes de la casa de Borbón siguen empleando en sus títulos, entre muchos otros, los de rey de Aragón, de Valencia, de Mallorca, Conde de Barcelona, Señor de Molina, etc. y, al igual que los Austrias, la forma abreviada de Rey de las Españas y de las Indias.
Bibliografía
GOYHENETCHE, Manex; JIMENO, Roldán; PESCADOR, Aitor; URZAINQUI Tomás,
Vasconia en el siglo XI, 2004
NARBAITZ, Pierre. Navarra o cuando los vascos tenían reyes, 2007
SAGREDO, Iñaki. Navarra. Castillos que defendieron el reino, Tomo II, 2007
SERRANO, Bixente. Navarra. Las tramas de la historia, 2006
SORAUREN, Mikel. Historia de Navarra, el estado Vasco, 1999
URZAINQUI, Tomas. Navarra, sin fronteras impuestas, 2002
URZAINQUI, Tomas. Navarra Estado europeo, 2003
Internet